Supervivientes - El Rincon Cubano

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Supervivientes

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En la constancia se sobrevive.
Superviviente y cubano, en un mismo concepto.
Por Oniel Moisés Uriarte.

Seguramente algún día, podrá encontrarse en los diccionarios de sinónimos, como equivalente a la palabra supervivientes, el gentilicio “cubanos” y se me ocurre su representación en la figura del pescador luchador, allá en las playas del Este de la Habana o en Varadero, saliendo desde bajo el agua, para ofrecer a los turistas el pescado fresco o las langostas recién capturadas, una manera muy cubana en tiempos modernos, de supervivir a la crisis económica que se agravara desde los primeros años de la década del noventa.

Tuve la suerte de vivir desde adentro la escasez del Periodo Especial y digo suerte, porque me preparé inconscientemente a coexistir con austeridad, algo que me sirvió para los años que siguieron después y muy en particular los vividos fuera de Cuba. Hoy recuerdo con toda claridad, aquellos años, en que un dólar valía al cambio en el mercado negro, 150 pesos de nuestra devaluada moneda nacional. Aquellos si fueron momentos de verdadera supervivencia, escaseaba la harina para el pan, pero el ingenio popular la sustituyó por harina de boniato. En vez de apagones, teníamos alumbrones y con una batería de camión, se podía hacer una pequeña planta eléctrica, para dar energía a unas pocas bombillas y algún pequeño radio donde escuchar por FM, la telenovela de turno. Las bicicletas comenzaron a rodar más rápido cuando algún avivado, le colocara el motor de un equipo de fumigación, acoplado a los platos, cadena y pedales. Por aquellos años surgieron los camellos, monstruos rodantes que sirvieron para transportar en su interior, cifras incalculables de pasajeros habaneros.

En el interior del país las cosas se hicieron aún más difíciles, volvieron a enyuntarse los bueyes, los tractores halaron carretas que sirvieron de transporte público, las bicicletas se convirtieron en protagonistas en los pueblos, el jabón para lavar, se obtenía combinando químicas naturales, el café se mezclaba con chícharo (guisantes) para aumentarlo y así diera para más coladas. En la ciudad se criaron pollitos y en los apartamentos, cerdos en los baños, los coches se arrancaban una vez a la semana, como para no olvidar el sonido del motor o lamentar roturas por inútiles. Aquello era la supervivencia total y generalizada, pocos escapaban a la crisis, por lo que se hacían solidario hasta los olores. Recuerdo que yo vivía en el reparto Alamar, ubicado al este de la capital y cuando subía las escaleras con destino a mi casa, ya sabía lo que me esperaba para comer, porque todos cocinábamos prácticamente lo mismo y el mismo día, porque era lo que llegaba al mercado y se distribuía mediante la libreta de abastecimiento que gracias a ella, los cubanos no nos comimos unos a otros. en los momento más difíciles que se han vivido en la Isla. De ahí el ingenio aplicado a las vivencias, el picadillo de soja, la masa cárnica, el cerelax, (todos estos eran inventos alimenticios con los que se creaban distintos platos) y de ingenio e ingeniosos estábamos abundantes, hubo quién quiso pasarse de listo e inventar pizzas de látex picado sustituyendo al queso o bistec de fibra vegetal (con la que se fabricaban las frazadas de piso) o de corteza de toronja.

El ingenio y la constancia fueron tal vez lo que hicieron que la escasez y penurias se pudieran sobrellevar, a cada descosido un buen remiendo, a grandes males, grandes soluciones y hoy recuerdo un personaje que se montó su propia fábrica de ingeniosas soluciones para palear la situación y conseguir algunos dólares en buena lid.

Fue en Varadero, el era de la ciudad de Cárdenas y desde allí llegaba todos los día bien temprano para plantarse en un lugar algo solitario de la playa, por donde pasaban los turistas hospedados en un viejo hotel a pocos metros de la orilla. Se ubicaba a la sombra de los pinos, y sobre una piedra lisa en su parte superior, colocaba un tablero de ajedrez y se sentaba sobre un pequeño banco plegable apoyando la barbilla sobre la palma de la mano adoptando la pose del pensador y así se mantenía sin inmutarse hasta que caía un turista curioso, aficionado al juego ciencia, al que por supuesto invitaba a sentar frente a él en un desocupado banco plegable, colocado allí con toda buena intención. 

Yo lo conocí porque un día esperaba la hora de una cita de trabajo y al verle en la arena solitario, callado y pensativo pensé que me agradecería la compañía, máxime que a mí también me gusta el ajedrez, así aprovechaba el tiempo echando una partidita y cuál sería mi sorpresa al llegar a su lado y sin siquiera levantar la vista para mirarme, me susurró, algo imperativo, ¡dale soga al caballo y amárralo en otro potrero y muévete que me vas a pasmar el día! Y esto lo decía mientras en perfecto inglés le decía a un turista que se acercaba por detrás de mí. ¡Acérquese, juguemos una partida! El hombre con un poco de vergüenza, me señalaba diciendo que no se preocupara, que jugara conmigo, que él esperaba. Pero el ingenioso jugador cubano le respondía presto, ¡no hay problema amigo el ya se iba, le he ganado cinco partidas seguidas y ya se rindió, siéntese usted a ver si tiene más suerte y me gana! Mientras sacaba un cigarrillo de la cajetilla de Marlboro que le extendía su nuevo contrincante. 

Entendí entonces el mensaje, aquella era su forma de supervivencia, de allí sacaba el diario para enfrentar el día a día y lo hacía sin causarle daño a nadie, además de ser algo tan ingenioso que ni la policía se metía con él y aquellos que como yo, nos acercábamos con total contundencia nos desalojaba, aquel era su terreno y como tal lo defendía. 

Aprendí una lección que no he olvidado en toda mi vida a partir de aquel momento, la que he aplicado convencido de su veracidad: ”Nada en el mundo sustituye a la constancia. El talento no la sustituye, pues nada es tan corriente como los inteligentes frustrados. El ingenio tampoco, ya que resulta ser tópico el caso de los genios ignorados. Ni siquiera la educación sustituye a la constancia, pues el mundo está lleno de fracasados bien educados. Solamente la constancia y la decisión lo consiguen todo”. 
 
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