Mis años en la televisión - El Rincon Cubano

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Mis años en la televisión

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El 24 de octubre de 1950, tuvo lugar la primera transmisión televisiva en Cuba realizada por Gaspar Pumarejo bajo el sello Unión Radio Televisión, así Cuba se convertía, en pionera en desarrollar este importante medio de difusión en América Latina este hecho se produce condicionado por el desarrollo tecnológico y los intereses comerciales, principalmente de compañías norteamericanas y cubanas.

La televisión cubana llega a sus 70 años de fundada, con aquella transmisión de Union Radio Televisión y consolidada luego en Diciembre del mismo año con la salida del Canal 6, iniciativa de Goar Mestre Espinosa con su creada CMQ Televisión.

Hace muchos años tuve la suerte de conocer la televisión cubana por dentro y de aquellos años de mi juventud que trabajara en ella atesoro muchos recuerdos que me gustaría compartir y para ello iré publicándolos por partes.
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Mis años en la televisión I parte.
Por Oniel Moisés Uriarte

Han pasado casi cuarenta años desde aquel día que llegara al canal 6 de la televisión cubana de la mano de mi gran amiga, Rosa Sardiñas, Rosita para todos los que la conocíamos, una de las personas más buenas, nobles y fieles que haya podido conocer a lo largo de mi vida. Era la época de Xiomara Guerra al frente del departamento de Cuadros de la televisión, que en aquello momentos radicaba en el edificio de Mazón y San Miguel, donde se encontraba uno de los estudios con más historia del ICRT.

Me recibió Olegario Pérez Ávila, un guajiro hecho a la ciudad que por entonces rondaría los sesenta años y ya pronto a jubilarse pasaría al departamento de capacitación, donde por sus conocimientos como antiguo maestro, consideraba dar mejor perfil y llevar, a sus años, una actividad más tranquila.

Mis primeros días al lado de aquel hombre al que sustituiría en su cargo de administrador de la dirección técnica del canal 6, y a quien recuerdo jovial, de buen carácter y mejor comunicador, para mí fueron inolvidables. Con él fui conociendo una a una todas las instalaciones que abarcaba el departamento que a partir de aquel momento comenzaba a dirigir. Tenía yo veinticinco años, lo que me hacía junto a Gustavo Dubouchet (hijo) Jefe del Departamento Técnico, uno de los dirigentes más jóvenes de la televisión.

Vienen a mi memoria nombres que guardo con mucho afecto, personas con las que directamente me relacionaba en mi nueva responsabilidad. En primer lugar, Mario Robaina, quien era director del canal por aquellos años. Lázaro Fernandez, director de producción. Alberto Falla de musicales y el ingeniero Jorge Mordoche, director técnico. Todos radicábamos en el mismo edificio, con entrada por la calle 23 de La Rampa, nombre por el que se conoce la popular avenida Habanera.

Para llegar a donde se encontraban los estudios y el grueso de las áreas técnicas, bajábamos del quinto piso, donde radicaba nuestra oficina, al cuarto piso para recorrer el largo pasillo que comunicaba el edificio de 23 con el edificio de M y recuerdo como si lo estuviera viviendo hoy, la extraña sensación que me invadió la primera vez que pasé con Olegario por la cabina de Radio Reloj, ubicada ya al comienzo del edificio de M, la misma cabina desde donde se produjo la alocución del líder universitario José Antonio Echevarría el 13 de Marzo de 1957 y que se conservaba como una reliquia histórica tal y como en aquellos años cuando se produjeron los hechos.

De la mano de Olegario aquel primer día conocí a una de las personas con más antigüedad en ese medio, había comenzado siendo un chiquillo y ya pasaba los sesenta y tantos años, Roberto Suarez, “Temetrepo” quien junto al hijo de Calderón, el de la Comedia Silente, se encargaban del pequeño almacén con el que contaba el departamento técnico en aquel edificio.

Pero sin dudas lo que más me impresionó del recorrido por las áreas de la televisión fue el entrar por primera vez en el corazón de la televisión, el Máster. Desde allí los especialistas Raúl Bolívar, Jiménez Catá y Eugenio Fórtes controlaban al detalle toda la transmisión cuidando con mucho celo y profesionalidad la calidad de la emisión que llegaba a las pantallas de los televisores en toda Cuba. Ramón Castaño, un joven ingeniero en telecomunicaciones, era el jefe de todo aquello que para mí era como estar en el control de una nave espacial conformada por Infinidad de equipos de audio, de video, osciloscopios, teléfonos, cables y luces.

No puedo pasar por alto de este lugar el pequeño espacio desde donde se transmitían las noticias que entonces se les llamaba “En tres minutos” y allí delante de la cámara de televisión conocí a la presentadora Eva Leticia Rodríguez, un rostro muy fresco y agradable, de voz firme pero dulce a la vez, así la recuerdo, a ella que había comenzado por el año ochenta en esa importante tarea, como también recuerdo a Omar Moinelo, quien sentara cátedra en el Máster por su carácter inquieto y constantes ocurrencias.

Desde ese mismo lugar muchos Domingos, en los que me tocaba la guardia administrativa, vi a Armando Calderón el hombre de las mil voces, temprano en la mañana llegar a la cabina con su viejo maletín de médico y sacar, como por arte de magia, todos los artilugios imaginables y no imaginables para producir los ruidos y sonidos que tanto alegraban la vida de grandes y pequeños que con ansias le esperaban frente a la pantalla del televisor el saludo a sus queridos amiguitos, mamaítas y papaítos y disfrutar con las caracterizaciones vocales de Cara é globo y Soplete, Charlot y muchos más, de aquellas comedias silentes que atesoraba la videoteca de la televisión.

Un aparte en esta remembranza merece un personaje que sin lugar a dudas era uno de los especialistas más controvertidos del canal 6 por aquellos años, me refiero al ingeniero Joaquín Gomez, quien tenía a su cargo las secciones de telecine, climatización, electricidad y óptica. Hombre de un carácter fuerte y criterios sólidos, en ocasiones lindando la prepotencia, pero de un profundo dominio, conocimiento y entrega a las actividades que dirigía. Por entonces su subalterno inmediato era Ernesto Fuster Pomar, quien dirigía el taller de electricidad, con el que no había día en que no se enfrascara, por razones de trabajo por supuesto, en alguna fuerte controversia.

En especial recuerdo con mucho afecto al Ingeniero Madariaga, toda una institución de la televisión cubana, quien había comenzado en el año 49, justo cuando se inauguró la televisión, como ayudante de camarógrafo. En aquellos momentos dirigía con total responsabilidad, rigor y excelentes resultados, el departamento de control de la calidad de reciente creación y que aglutinaba a un grupo de jóvenes técnicos en electrónica, muchos de ellos recién egresados de los institutos politécnicos, entre ellos puedo recordar a Marín , María Elena García, Isora y Haydee.

De los estudios 10 y 11 me vienen a la memoria, el ingeniero Mena, Misael Espronceda, Papi Aldama y su hermano Miguel, Raúl Ross, el chino Tang, Miriam Lores y otros que recuerdo sus rostros pero no sus nombres, han pasado treinta años desde entonces y la verdad es que al recordar vuelvo a vivir aquellos años que fueron tal vez los mejores años en mi vida y también ¿por qué no? una de las etapas más importantes de la televisión cubana, fundamentalmente por el nivel de preparación profesional de quienes en ese periodo se incorporaron a la importante renovación, transformación implantación de nuevas tecnologías.

En siguientes crónicas continuaré evocando estos años de mi vida en la televisión, creo que por hoy he exprimido suficientemente las neuronas y he quedado exhausto, viajando tanto hacia atrás en el tiempo, también se siente el agotamiento, ¿o no?
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Mis años en la televisión cubana. Parte II.
Por Oniel Moisés Uriarte

He querido, en estos primeros recuerdos que escribo sobre mis años en la televisión cubana, mencionar en la medida que mis posibilidades lo permitan, a quienes considero sus protagonistas. Esta fue la razón por la que comencé evocando los nombres de las personas que conocí en los primeros momentos y creo no haber sido justo dejando sin mencionar a aquellos con los que compartí el trabajo directo en la oficina de la administración técnica del canal 6. Hablo de María Magdalena Martínez Lora, mi encargada de personal, de Julieta la secretaria, Carlos Prieto Ortega, mi auxiliar de contabilidad y los choferes que teníamos en la sección Leonardo García y Noel Hernández.

Las aéreas que atendíamos desde la dirección técnica eran bastantes y no todas se encontraban dentro del edificio de Radio Centro, pero antes de salir me gustaría darme un saltico en mis recuerdos por el departamento de electricidad, donde trabajaban por aquellos años, Guillermo Pagés, el chino Borroto, Mordoche (sobrino) y otros que no alcanzo a recordar sus nombres. Todos ellos dirigidos por Ernesto Fuster Pomar.

Saliendo a la calle justo debajo del Restaurante El Mandarín, por la calle 23, estaban en el sótano las máquinas de aire acondicionado también atendidas por técnicos nuestros y a quien más recuerdo y siempre con una simpatía muy especial es a uno de ellos, tal vez el más experimentado y que más años llevara en la actividad, hablo de Rubén Rodríguez Lebrígio.

De Mazón y San Miguel recuerdo al ingeniero Jorge Correoso quien atendía el estudio de grabación y recuerdo también el departamento de ingeniería donde trabajaban los ingenieros Armando Pubillones, Oscar Pedroso y Benito Rey Martínez, entre otros. Estos fueron los encargados de crear e innovar elementos como el reloj digital que se veía en la pantalla de los televisores, o el telepronter, equipo que le hacía más fácil el trabajo a los locutores en cabina al poder leer los textos sin tener que bajar la vista a un papel escrito.

Pero si una instalación recuerdo en especial es donde se ubicaban los estudios 14 y 15 del edificio Focsa, atendidos por un grupo de técnicos dirigidos por el ingeniero Jorgito Martínez. Desde allí se grababan o transmitían en directo los programas más importantes de la televisión, como telenovelas, teatros y musicales entre muchas otras programaciones. Era mi lugar preferido, donde podía perderme horas si podía, porque allí se respiraba en todo su conjunto el funcionamiento de la televisión.

He querido dejar para lo último de esta evocación, el departamento de Video Tape del canal 6 de la televisión, pero para ello tenemos que regresar nuevamente al edificio Radio Centro, entrando por la calle M y subiendo hasta el cuarto piso. Allí teníamos el taller donde trabajaban los técnicos entre los que recuerdo a Rodolfo Martín, Pedro Márquiz, Rolando Hevia, el flaco Ayala y a quien por entonces dirigía el departamento y con quien compartí una estrecha amistad, el ingeniero Armando Mesa Arco. Especial recordatorio a Ladrón de Guevara y José Antonio Seco, ambos ingenieros, por la complicidad de carácter y buen humor que establecimos. También recuerdo al ingeniero Portuondo, que a su regreso de una misión se hizo cargo de la sección de Post-producción, de reciente creación. Fue precisamente en este departamento de Video Tape, donde comencé a aprender verdaderamente la televisión, era la única área en la que los creadores necesariamente tenían que ser técnicos en electrónica. Me refiero a los editores de video tape, y técnicos de post producción, de los que recuerdo algunos por sus nombres, de ellos puedo mencionar Lupe del Pino, Andrés Posada, Ileana Llorente, Amparito García, Milagros Dugués, Ramoncito, Armando Galindo, con quien establecí una estrecha relación de amistad. Rudy Mora, devenido después gran realizador y a Jorge Olivera Castillo, entre otros.

Por supuesto que son muchos los técnicos y editores a los que no he logrado poner nombre a sus rostros, pero, de cualquier manera, todos y cada uno, jugaron un papel muy importante en ese interesante e intenso pedazo de mi vida. En general cuando evoco aquellos intensos años los recuerdos se agolpan en mi mente queriendo aflorar todos a la vez, por lo que trataré de ir ordenándoles y dando salida a cada uno de ellos.

Considero desde lo personal que aquella posibilidad de conocer un mundo tan fascinante como la televisión, el cual me abriera un día allá por los comienzos del año ochenta y tres, mi amiga y vecina Rosita, a quien conocí por Odalys Cabrera la madre de mi hija Dianne, fue todo un privilegio y a la vez fuente de conocimiento, a la vez que de posibilidades únicas, tanto en las relaciones personales, como en la experiencia de compartir de cerca con las figuras más destacadas de aquel medio de difusión del que cualquiera como yo se sentía orgulloso integrar.

En aquel mundo todo me parecía mágico, fuera invierno o verano, épocas de fiestas o tristes acontecimientos, dentro de aquel edificio el tiempo se vivía de una forma diferente, al menos así lo experimentaba. Tal vez mi inquieto andar de un lugar para otro constantemente haya despertado por aquellos años ya que lo mismo se me podía encontrar en un taller de algunos de los estudios, que en la planta de aire acondicionado, caminando por los largos e interminables pasillos , bajando y subiendo escaleras, sentado frente a los televisores por los que se controlaba la calidad de las transmisiones, o conversando con Tony en tele cine mientras preparaba la cinta de la película que correspondiera transmitir.

En los corredores, frente a los ascensores o en las escaleras, siempre encontrabas a alguien con quien detenerte a intercambiar alguna información o simplemente el saludo, ese constante movimiento dentro de aquella estructura le daba un toque muy especial al día a día. Contrastando con el disciplinado y respetuoso silencio dentro de los estudios cuando se grababa o salía en directo algún programa.

Pero nada podía brindarme mayor satisfacción que las noches de guardia en el canal, cuando bajaba a los estudios muy entrada la madrugada para compartir el café con los pintores y tramoyistas, en especial con mi amigo Isaac Espinosa, en aquel ambiente impregnado de fuerte olor a pintura e interrumpidos únicamente por el sonido de los martillos que aseguraban las fantásticas obras de arte creadas para dar la ilusión de realidad a quienes sentados frente al televisor disfrutaran del resultado final de aquel arduo trabajo.

Creo que era necesario que hiciera esta, tal vez extensa introducción, antes de dedicar mis recuerdos a las anécdotas que atesoro de aquellos años y que quisiera compartir con quienes las lean. Ya preparado el terreno, en próximas crónicas así lo haré.
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Mis años en la televisión. Parte III
Oniel Moisés Uriarte

Una de las primeras experiencias que viví llegando al Canal 6, fue el desmantelamiento total del estudio ubicado en P y 23, lugar desde donde muchos años se transmitiera el programa “Cocina al minuto” que condujera Nitza Villapol, uno de las más populares rostros de la televisión cubana, a la que tuve el gran placer y privilegio de conocer en persona.

Aquella tarea de desactivar el estudio se le había encomendado al ingeniero Enrique López Grass, (Kike), a quien recuerdo con especial afecto por su paciente carácter y peculiar forma de hablar, cambiaba las “r” por la letra “d”, característica de la que el mismo se mofaba cuando decía: “si me opedo mejodo y si no me opedo me jodo igual.”

En esta tarea acompañaba a Kike una persona muy especial, alguien que conocía al detalle cada uno de los equipos y piezas que conformaban el estudio, porque en sus años mozos había integrado su equipo de montaje. Hablo de Roberto Suarez, pícaro y juvenil anciano que desbordaba vitalidad y buen carácter, siempre sonriente y con una broma a flor de labio constantemente, entre las que se encontraba el apodo con el que él mismo se hacía conocer, “Temetrepo”. Imagínese que conozca usted a una persona mayor al que le debe respeto y que al extenderle la mano para presentarse por su nombre reciba por respuesta un “te me trepo” y detrás una estrepitosa risa, hecho que seguramente le descolocaría. Pues así era aquel buen hombre, que por su carácter de auténtico jodedor cubano, no dejaba de ser un gran profesional muy responsable y que tomaba muy en serio su trabajo.

Con Temetrepo trabajaba Armando Calderón, hijo del comediante que ponía voz a las películas silentes de los domingos en la mañana. Era un muchachón alto y regordete, siempre serio y muy callado, todo lo contrario de Roberto. Ambos pasaban muchas horas en el almacén ubicado en el edificio de M ó en el almacén que teníamos en la calle Neptuno, lo que suponía un martirio para aquel muchacho, víctima de todas las bromas imaginables e inimaginables que se le ocurrían a Temetrepo, entre ellas, el castigo de soportar que le recordara en todo momento una anécdota muy curiosa que trascendiera rápidamente, ocurrida en una de las transmisiones de la “comedia silente”, en la que supuestamente dejándose llevar por la emoción de la narrativa de los sucesos, su padre, el viejo y querido Armando Calderón pronunciara aquella frase (la que nunca pude dar fe de que así ocurriera) “Esto es de p…. queridos amiguitos”.

Volviendo a los hechos, el desmantelamiento de aquel emblemático estudio, fue una decisión dolorosa para los más antiguos técnicos del canal 6, porque aquel recinto guardaba la historia viva de los años de mayor esplendor de la televisión, del que ellos en su momento formaran parte importante. Allí se conservaban en perfecto estado y en plena capacidad de funcionamiento, las cámaras General Electric en blanco y negro, grabadoras de sonido Ampex, monitores de válvulas, jirafas de audio, así como las mesas de controles. Todo un tesoro que se desarmaba pieza a pieza, tornillo a tornillo, cable a cable.

Quiso el azar poner en el camino de todos aquellos complementos técnicos la mano de Miguel Ginarte, quien en el patio de la finca que administraba en Marianao, habilitara un contendor para guardar las partes más importantes de aquel ya desahuciado sistema, como eran las cámaras, los orticones y muchas piezas de repuesto. Allí fue a parar con mucho cuidado en su clasificación y embalaje toda aquella técnica, lugar donde se suponía dormirían a partir de aquel momento, un sueño eterno.

Pero por suerte para todos, no fue así. Pasados dos años fui llamado por Jorge Mordoche, mi director, para una reunión con los productores de la película “Clandestinos” que requerían dos cámaras de las utilizadas en 1958, fecha en que se produjo un hecho histórico, que sería recreado en la escena a rodar en el estadio de pelota del cerro, cuando un grupo de jóvenes del movimiento revolucionario, se lanzaban al terreno portando una amplia tela que rezaba “Abajo Batista.” El motivo de mi presencia en aquella reunión era para que trasladara las piezas necesarias guardadas en el contenedor y con ellas nuestros técnicos pudieran armar las dos cámaras al menos en su apariencia exterior. Lo que no sabía ni Mordoche, ni nadie más que Temetrepo y yo, era que aquellas cámaras habían sido guardadas intactas, algo que en el momento en que se había ordenado su desmantelamiento total, él incumpliera, más por romanticismo que por desacato, decisión a la que me sumé como cómplice, por el gran respeto y admiración que sentía por aquel pedazo de historia viviente que fuera Roberto, el viejo y único Temetrepo que he conocido a lo largo de mi vida.

Pues quiso el destino que aquella decisión fuera una de las más acertadas que haya tomado, porque gracias a aquella actitud de complicidad en el desacato de una orden, no solo se pudo filmar la trascendental escena para el filme que se estrenó en 1987, sino que también pudo montarse el museo de la televisión en el patio del quinto piso donde estaba en Máster del canal 6 de la televisión cubana.

Meses después de aquellos hechos Roberto se retiraría definitivamente y muriendo un poco más tarde y mire usted lo que son las cosas, ahora me he quedado con la duda de conocer un dato muy importante en la vida de este personaje y ha sido recientemente cuando preparaba la emisión del programa radial “Con acento cubano” que dedicara a la televisión cubana, encontrando una reseña histórica, donde se menciona que el 1º de Julio 1947, cuando sale al aire por vez primera la emisora Radio Reloj en la Habana, el auxiliar encargado de subir las copias que le suministraba el noticiero CMQ a la naciente emisora como contenido de sus noticias, era un joven llamado Roberto Suarez. ¿Sería el mismo Roberto que yo conociera? Pudiera ser que no, pero de cualquier manera prefiero darlo por afirmativo y así justifica, con más razón, por qué amaba y sentía pasión por aquello que sin lugar a dudas consideraba su propia casa, espacio donde transcurriera toda su vida y donde seguramente aún vaga su alma planeando alguna de sus ocurrencias y bromas.

Cuanto daría hoy por volver a recorrer aquellos pasillos de la televisión cubana y entre otras muchas coas que haría me gustaría poder encontrarme con mi viejo amigo y querido Roberto para escucharle decir acompañado de su maliciosa, pero siempre sana sonrisa que siempre le acompañara: ¡mucho gusto, me llamo Roberto Suarez y “te me trepo”. A lo que yo siempre le preguntaba ¿Para qué?
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Mis años en la televisión cubana. Parte IV
Por Oniel Moisés Uriarte

Si algo tuve siempre muy claro, antes y ya desempeñándome como jefe del departamento administrativo de la Dirección Técnica del Canal 6, era mi afán de superación, de aprender todo cuanto pudiera, relacionado con aquel medio que tanto me fascinaba y cada día me permitía descubrir algo nuevo.

La responsabilidad que tenía al desempeñarme en aquel cargo de dirección era grande y complicado dada la complejidad misma de las variadas secciones que componen la técnica dentro de una televisión. Todo cuanto pudiera significar tecnología o servicios directos para su desenvolvimiento, significaba una sección integrada por ingenieros, especialistas, técnicos, obreros y ayudantes a los que como departamento administrativo atendíamos de forma directa.

Debo reconocer que el hecho mismo de dirigir secciones como el control maestro, el taller de mantenimiento de audio, el departamento de tele-cine, el departamento de control de la calidad, taller de electricidad, mantenimiento y área de máquinas de aire acondicionado, vídeo tape, mantenimiento óptico y los talleres de mantenimiento de los estudios de televisión, de alguna manera me permitían estar omnipresente en los más disimiles lugares de las instalaciones de la televisión, a la vez que me brindaba la posibilidad de conocer muy de cerca el funcionamiento de aquel complejo, pero impresionante mundo, hecho que sin lugar a dudas iba estimulando mis ansias de aprender de los más experimentados en cada especialidad.

Entrar a una cabina de edición de vídeo tape o de musicalización y edición de audio en plena faena de sus realizadores, era lo que más disfrutaba, como también me atraía inmensamente ver en acción a los camarógrafos, tanto en estudio como en exteriores. Pero si algo me gustaba realmente era ver a los directores de programas en plena faena de grabación de programas o transmisiones en directo. Esas eran las razones por las que cuanto curso se impartían allí me tenían como el primero. No bastándome con aprender solo lo relacionado con la técnica, me fui metiendo en el mundo de la fotografía, departamento con el que compartía espacio puerta con puerta en el quinto piso del edificio con entrada por la calle 23. Ampliando mi horizonte de aprendizaje me adentré en el mundo de la divulgación y propaganda, donde compartí con gente extraordinaria de los que aprendí muchas de las cosas que hoy me ayudan a desarrollar el trabajo que realizo.

Todo lo aprendido en mis años de trabajo en la televisión cubana me ha servido a lo largo del recorrido que he hecho por el mundo de la difusión, pero hay un detalle importante que no debo obviar en este recuento de aquella importante etapa de mi vida y está relacionado a una persona con la cual me identifiqué desde mi llegada al canal, un hombre que en el año 1961 asumiera la responsabilidad de ser el primer director técnico de la televisión, me refiero al ingeniero Juan Felipe Madariaga. A mi llegada a la televisión, en los comienzos de los ochenta, recién se creaba el departamento de Normación, Metrología y Control de la Calidad (NMCC) al frente del cual estaba este experimentado especialista.

Ya para entonces Madariaga era un hombre mayor, aunque su figura distaba mucho de esa actitud. De complexión física más cercana a la atlética, alto de estatura, de pasos firmes y muy amplios. De rostro muy serio y hablar pausado, impresionaba su actitud que en principio podía hacerle parecer un hombre muy cerrado en su actitud pero que al conocerle de cerca respirabas su bondad y experiencia, tanto en su trabajo como en la vida. Cuando descubrí su naturaleza real me acerqué a el para aprender de sus vivencias y me acogió como alguien cercano. Recuerdo que en los consejos de dirección Madariaga era mi compañero de asiento con quien compartía mis dudas y siempre pedía su opinión.

Cada vez que tenia un momento libre en mi bastante ocupada agenda de trabajo, allá me iba a su departamento donde revivíamos recuerdos de los años que aun siendo el un adolescente comenzara en la televisión como ayudante de camarógrafo. De como poco a poco fue abriéndose camino en la técnica hasta graduarse como ingeniero eléctrico y comenzar a ocupar cargos de dirección. Pero debo reconocer que los temas de los que al hablar le hacían brillar los ojos y le hacían verdaderamente entrañable era cuando me hablaba de cómo había transcurrido su infancia y su adolescencia.

A Madariaga le debo mucho de lo que en mi vida he sido, porque además de enseñarme con sus conocimientos, me escuchaba y aconsejaba. Era yo por entonces uno de los dirigentes más jóvenes de la televisión y eso me hacía muy vulnerable al error, pero con aquella mano siempre tendida, me sentía seguro y lo digo con orgullo poniendo en uso el refrán popular que reza: “Al que buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” algo de lo que no me cabe ni la menor duda. Madariaga fue mi más profunda y útil escuela y estoy seguro que quienes con el trabajaron en aquellos años pueden dar fe de lo que aquí revelo.

Hoy, en estos recuentos de mis años en la televisión cubana le debía tal remembranza a este gran hombre, que sin dudas forma parte importante de su historia, porque como decía mi abuela materna: <ser agradecido es de buen nacido>


 
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