El Rincón - El Rincon Cubano

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El Rincón

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De la devoción heredada.
El Rincón, lugar de peregrinación.
Por Oniel Moisés Uriarte.

Mi abuela materna Dominica, fue una de las personas más devotas de San Lázaro que haya conocido a lo largo de mi vida, ella no entendió, allá por los sesenta, que con la llegada de un nuevo sistema político a Cuba, debía renunciar a ello y entonces fue cuando aquella imagen del santo en bronce pulido, pasara a ocupar un lugar casi clandestino dentro del mueble de la máquina de coser que le regalara mi madre.

Tampoco fue motivo para que cada año el dieciséis de diciembre, víspera de San Lázaro, tuviera que desistir de su peregrinar al santuario ubicado en “El Rincón”, allá por el poblado de Santiago de las Vegas, en el municipio Boyeros de La Habana, ermita que de su mano visitara, acompañándole desde muy temprana edad, vistiendo el pantalón desaco que me cosía ella con sus propias manos, recorriendo a pie, mi pequeña hermana, ella y yo, los cuatro kilómetros que le separan de Santiago de las Vegas.

La iglesia de San Lázaro en El Rincón, es uno de los lugares más conocidos por todos cubanos, que en su parte posterior se enclava un pequeño hospital que trata enfermedades de la piel, herencia del antiguo Leprosorio de San Lázaro. Es un lugar sagrado de peregrinación al que hemos ido casi todos en alguna etapa de nuestras vidas, especialmente cuando niños, para acompañar a nuestros padres al hacer una petición o agradecer por una promesa hecha.

San Lázaro es el santo más reverenciado por los cubanos por atribuírsele milagros, curación de enfermedades graves o incurables y su ayuda ante cualquier problema en la vida, por lo que se le pide o se realiza una promesa ante él, cualquiera que sea. San Lázaro después de la Virgen de la Caridad del Cobre, es el santo más venerado por los creyentes en Cuba.

El actual Santuario Nacional de San Lázaro fue antiguamente conocido como el leprosorio de San Lázaro, antiguo hospital para el tratamiento de la lepra, construido en 1781 en el área donde hoy se encuentra el Hospital Ameijeiras, hasta que en 1917 cuando se decidió su traslado fuera de la ciudad, se erige la edificación en la finca Dos Hermanos, en el Rincón. Desde el momento mismo de la creación del primer hospital hasta hoy, el cuidado de los enfermos ha sido encomendado a las religiosas de la orden Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, monjitas a las que veía con mucho cariño siempre que peregrinábamos a El Rincón, ataviadas con sus ropas religiosas y sus rosarios, asistiendo a cuantos necesitaran su ayuda.

Pasados los años, cuando ya mi abuela no estaba entre nosotros seguí peregrinando los dieciséis de diciembre hasta El Rincón, lo hice siempre acompañado por Pepe, mi hermano mayor hasta que ya se hizo costumbre y entonces sumábamos más amigos. Íbamos en auto hasta la línea del tren, allí estacionábamos donde podíamos y caminábamos hasta la iglesia como siempre.

En el camino, que por demás era oscuro en gran parte del trayecto, salvo si la luna se dignaba iluminar un poco la noche, encontrábamos de todo tipo de penitentes cumpliendo sus promesas, algunas muy duras, casi inhumanas, pero en ello iba la fe de cada quien y eso les hacía más ligera la carga. No voy a extenderme haciendo descripción de ellas, la mayoría de las personas que lean este post sabrán a que me refiero. Así llegábamos al santuario, casi siempre antes de las doce de la noche, hora en que comenzaban las exclamaciones y vivas al santo, se les daba paso a los que llegaban cumpliendo sus promesas, se encendían muchas velas, se cantaba, se derramaban lagrimas, y algunos se dejaban hasta la piel en el camino, se vivía con intensidad el momento porque la devoción en muchos casos heredada, era como acompañarnos por los que ya no estaban físicamente para adorar a nuestro San Lázaro, el santo de los pobres, de los enfermos y los necesitados. En el año noventa y dos una de las últimas veces que estuve en la iglesia tuve la suerte de ver nacer la canción que le dedicara la popular agrupación musical Dan Den al viejo Lázaro cantada por Alfonsito, canción a la que he recurrido muchas veces a lo largo de todos estos años fuera de la isla, siempre que el recuerdo de mi querida abuela me ha hecho sentir nostalgia por su ausencia.

Desde hace muchos años llevo en mi pecho una réplica en oro de aquel San Lázaro que ella me enseñara a venerar, igual, en menor escala, al que ella guardaba en el mueble de su máquina de coser y al que nunca le faltaran flores, su pedacito de tabaco, su algodón con aceite y el trocito de saco que cortaba del pantalón que me hacía para la peregrinación de cada año.

El Rincón sigue impasible el paso de los años, guardando con celo a su santo milagroso y recibiendo cada dieciséis de diciembre a sus peregrinos, unos nuevos, otros ya no tanto, pero todos imbuidos en la misma fe y la confianza de encontrar alivio a sus penas, siendo esta quizás la tradición más arraigada en el pueblo cubano y lo que se ha convertido ya sin dudas en símbolo de nuestra identidad.
 

 
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