De cuando celebrar era una necesidad.El motivito cubano.
Por Oniel Moisés Uriarte.
A finales de la década del setenta, la generación de cubanos y cubanas que por entonces estábamos en pleno goce de la adolescencia, fuimos imbuidos por el espíritu alegre de nuestros padres, que aunque mucho más moderados, buscaban cualquier razón para organizar una fiesta. Tomado el testigo que nos legaron, nosotros fuimos más allá y empezamos por bautizar esa celebración con un nombre que trascendió al menos dos generaciones más, “El motivito”. Cualquier acontecimiento importante en la vida de un cubano podía ser objeto de la celebración de “un motivito” y cuando no, igual. Hubiera un motivo o no, el motivito estaba siempre a la orden del día, o mejor dicho, de la noche, porque su organización solo requería de la sala de una casa después de la caída del sol.
Recuerdo que muchas veces teníamos que pedir permiso en el sector de la policía más cercana al domicilio escogido para la celebración de la fiesta. Teniendo el lugar y el correspondiente permiso se requería de un buen aparato reproductor de música y por supuesto de buenos discos de vinilo con lo último del panorama musical llegado a la isla.
Para garantizar la parte comestible de la fiesta no podía faltar la cajita de cartón en la que regularmente compartía espacio lo dulce y lo salado. El contenido casi siempre era: dos coqueticas de ave (averigua de que eran), un bocadito de pasta, ensalada y el trozo de cake. Nada hay comparable para un cubano como aquella mezcla de sabores, (saláo con dulce) que sin deliberadamente, lograban la cercanía de los componentes de la cajita.
La parte liquida del motivito se dividía en tres secciones: Al llegar a la fiesta nos recibía un vasito plástico conteniendo un brebaje al que llamábamos “ponche” elaborado con alcohol de 90 grados y frutas cortadas en trozos pequeños. La segunda sección de líquidos en el motivito era el pase de la bandeja en la que correspondía un vaso mediano de cerveza fría por cada invitado. Por último cerraba el ciclo de las bebidas la botella de ron, que era vertido en el vaso que tuviéramos en mano, podía ser Bocoy, de Ronda, de Matusalén o de aguardiente Coronilla, los menos versados en el arte de beber alcohol, preferíamos mezclarlos con refresco de cola, aquellos que por entonces en su etiqueta se inscribía la palabra “Son”. Las muchachas preferían beber el licor de menta servido en vaso con abundante hielo.
En el tocadiscos animaban la tertulia Michael Jackson, Los Rolling Stone, Jimi Hendrix, The Temptations, Aretha Franklin, Bob Dylan y muchos otros más que hacían las delicias de los bailadores. La parte lenta, esa a que aprovechábamos para poder tener contacto directo con la muchacha que nos hacía sentir mariposas en el estomago, bien podía salir de los discos de José Feliciano, Tom Jones, Barbra Streisand, Barry Manilow, Billy Joel o Kenny Rogers entre muchos más.
Llegada esa parte de la noche, la luz bajaba su intensidad, no porque hubiera reguladores manuales en aquellos tiempos, aflojar las bombillas era la solución y es porque la penumbra fue siempre nuestra cómplice en aquellos momentos románticos que disfrutábamos en los motivitos.
Para el final siempre quedaban los más allegados, los amigos más cercanos y comprometidos, y para ellos la sorpresa de la noche que casi siempre era una botella de ron, pero no un ron cualquiera, era una de aquellas botella de las buenas, buenas, aquellas de etiqueta de lujo que nos regalaran por alguna razón, apareciendo en escena con toda la ceremonia que su rango merecía. Este acto de consideración y enaltecimiento de la amistad se acompañaba de las primeras notas de alguna canción que daba pie a la descarga musical, seguida de una sección de chistes subidos de tono y cerrar la noche con una buena rumba cubana.
Así transcurrió aquella época que nos tocó vivir, etapa en la que poco teníamos pero sentíamos que nuestras necesidades espirituales cubrían la escasez material y con poco hacíamos mucho, sencillamente, porque celebrar cualquier motivo para el cubano siempre ha sido una necesidad.