Cuba… ¿existe?. - Radio Online Con Acento Cubano al servicio de los cubanos por el mundo. - El Rincon Cubano

Vaya al Contenido

Menu Principal:

Cuba… ¿existe?.

Publicado por Oniel Moises Uriarte en Opinión · 22/3/2017 14:01:00
Cuba… ¿existe?. 
Introversión de un emigrante cubano.
Por: Oniel Moises Uriarte.

En la misma medida que los años pasan, en mi memoria, se hace más remoto, el momento en que despegó del suelo patrio, aquel avión que sobrevolando el ancho mar Caribe, me convertía en emigrante. Desde entonces, viví la ilusión, de hacer de Cuba mi razón de ser, hasta que con el implacable correr del tiempo, aquella ilusión se fue convirtiendo solamente en intención, la de reafirmarme, que un día nací, crecí, me eduqué, sentí y viví a plenitud física, lo que ya hoy no es más que un recuerdo, imperecedero, pero recuerdo al fin. Y es esta la razón que me hace preguntarme cada día, ¿Cuba, existe? Es la interrogante más difícil que me he podido hacer en toda mi vida, por respuesta: sentimientos encontrados; por una parte, saber que geográficamente, sigue en el mismo lugar donde le dejara hace dos décadas y por otra, no pertenecer a ella, ya no por decisión propia, sino por decreto. De todas las respuestas posibles manifiesto, de propio sentimiento, las que me sirven de consuelo llegado el caso, aquí las comparto.

Cuba existe, yo la siento cerca de mi corazón, la llevo grabada en cuatro letras y una bandera sobre el tejido de la camiseta que cubre mi torso. Está en algún lugar, lo sé, porque veo en un mapa su forma de caimán dormido, descansando sobre la superficie del mar que le rodea y que de ella me separa; ¿Lejana? si, pero no por ello menos sensible. La veo, le siento, respiro sus olores y degusto sus inconfundibles sabores.

Cuba está siempre a flor de labios, me acompaña en fotografías que guardo con celo, como el tesoro mismo que para mi representan, aun, cuando muchas de ellas, ya estén descoloridas. Cuba va impresa en las letras de portada del libro inmenso que preside la sala de mi casa. Cuba va grabada en el llavero que gasto a diario con el roce de mis dedos. En la pequeña piedra de color negro muy brillante que me traje un día desde el Cobre y desde hace mucho tiempo siempre va en mis bolsillos. Cuba existe, en la enseña de tres franjas azules, dos blancas, triangulo rojo y una estrella solitaria, esa, mi bandera, la que adorna la pared del estudio, el pequeño espacio donde Cuba brota en mi voz, cuando hago patria frente al micrófono, o en el registro silencioso del sollozo, que se escapa cuando pretendo perpetuarla en alegrías, formando palabras de sentimiento puro. Cuba soy yo, fruto del orgullo de una solida identidad.

Cuba me acompaña con su música toda. En la clave musical que como reflejo incondicionado marco sobre cualquier superficie, al escuchar su contagioso ritmo. Con un buen bolero, me enamoro cien veces del mismo instante en que conociera aquella mujer que me enseño el placer del amor. Con una canción cierro los ojos y me dejo llevar por la intención. El son, la guaracha, el mambo o el cha cha chá, me estremecen y me hacen vibrar, motivando el cadencioso movimiento del cuerpo. Con la guajira, el punto y la controversia, vuelo raso por la campiña cubana, regresando a aquellos verdes parajes donde siempre me sintiera libre. La rumba me transporta al solar donde nací y saca de mí, con total orgullo, la negritud mezclada en mi sangre. La conga me envuelve con el repiquetear de sus tambores y me arrastra calle abajo en mis recuerdos, arrollando al compás de su música.

Cuba existe, en los rostros grabados para siempre en mi memoria, de aquellos que alguna vez me hicieran sentir amado, aunque muchos de ellos hoy, no sean más que nombres esculpidos, sobre frías lápidas.

Cuba va en mi acento, en la palabra obscena que tan necesaria se hace cuando airado defiendo el espacio ganado con constancia y sacrificio. En el fuerte tono de voz que tanto apetece cuando a gusto me reúno con mis compatriotas. Cuba sale desde el fondo de la botella de ron bien compartida, de los dicharachos que acompañan la partida de dominó o desde el sonido de la ficha al chocar contra la mesa cuando se tranca el juego. Cuba es ese sabor a cremita de leche que se deshace en la boca, es el exquisito e inigualable olor que emana desde la cazuela donde se cuece un buen potaje de frijoles negros. Cuba es la mesa en la cocina, lugar ideal de la casa donde mejor comparto con quienes me visitan. Cuba está en mi mesa servida sin distinción de razas, creencias religiosas o inclinaciones políticas.
De Cuba me traje una forma muy particular de caminar, mi presumida forma de vestir, el esmerado cuidado del aseo personal, la galantería y caballerosidad heredada de mis elegantes predecesores, pero fundamentalmente me traje los más sagrados valores que también heredara: El amor incondicional y respeto que profeso por los mayores, los niños, la mujer, la familia y los amigos.

Cuba es mi todo y mi nada, existe, aunque solo sea en mis recuerdos, existe en la nostalgia o la euforia que me asiste, en el empeño por hacerla cercana, palpable, reconocible. Cuba se que existe en algún lugar que se me hace distante, pretérito, inaccesible. Mi Cuba, la Cuba mía, la que yo viví, un día le hice espacio en mi equipaje y partí. Con ella me marché para no irme nunca, con ella vivo desde entonces en cualquier lugar. Cuba va conmigo a todas partes, por eso, se que existe.

Y sé que le quiero, aunque solo sea una forma de expresión, porque amando a Cuba, amo el recuerdo de mi primera escuela, de mi primera maestra, de aquella letra que entraba con sangre y hoy me guarda de faltas ortográficas. Amo el recuerdo del tan deseado granizado que me esperaba siempre en la puerta al finalizar las clases, las habituales peleas entre alumnos, el juego de pelota en las cuatro esquinas, las bolas, las postalitas y la niña que un día pretendí fuera mi novia para toda la vida. Amo el recuerdo de la merienda compartida con aquel que no la tenía. Amo el momento cumbre en mi vida de descubrir en La edad de oro, aquel pequeño y desvencijado libro de Martí, la fuente de inspiración que me acompaña desde entonces. Amando a Cuba, como yo le amo, amo la niñez que tuve y disfruté a plenitud.
Cuba existe y lo sé, porque me duele, porque siento el mismo dolor lacerante y profundo de su agónico sufrimiento. Porque por dentro me corroe el tiempo y la distancia que se empeña en hacer borrosos sus paisajes, lugares y afectos. Cuba me duele desde el dolor mismo de ser extraño donde nací, prodigando mi condición de forastero en propio suelo o en cualquier otro que habite. Cuba existe en el dolor que me hace sentir el hecho de ser convertido en ajeno para quienes quedaron sumidos en la penuria de un día sin mañana, pero mucho más ajeno soy para aquel que como yo, un día marchara y hoy culpa de sumisión a quien subsiste, algo muy fácil de atribuir desde la ostentación. Del que agoniza puedo entender que juzgue mi ausencia, pero del que juzga al agonizante me separan kilómetros de sentimientos, con el no coincido en posicionamiento beligerante.

Cuba existe, estoy seguro de ello, porque siento vergüenza de ver el derrotero a donde le lleva la obcecación y la vergüenza solo puede sentirse, cuando el propósito en el que una vez creí, pudo ser mejor que el resultado que hoy me hace ruborizar. Vergüenza siento cuando alguien manifiesta compasión por lo mal que la pasan los de allí, los que viven sobreviviendo en ese lugar de donde vengo. Cuba existe en la vergüenza que siento cuando escarban buscando miserias materiales para restregar ante mis ojos, que no miran a otro lado, que las ve y las reconoce, pero que no son menos vergonzosas que la miseria humana de quien de ella se vale para lucrar y ofender.

Pero no todo es oscuro, Cuba se que existe, como futuro inmediato y destino para la esperanza quimérica, sin esperar soluciones mágicas, ni mucho menos mendrugos acompañados de imposiciones, ya bastante de esa dosis le ha tocado. Cuba solo requiere ahora de voluntad y buenas intenciones, para que cubanos todos, converjamos en puntos comunes: En el de la reconstrucción, en la armonía, en el respeto a la diversidad y el estimulo a la creación. Esa es la Cuba que necesitamos todos, los de dentro y los de fuera: ¿Es utopía? Lo fuera, si todo lo aprendido en años de privaciones y añoranzas, no lo ponemos al servicio de un proyecto sensibilizado, con las necesidades básicas de un pueblo. Pueblo al que no le queda otra opción que sacudirse el polvo del camino y con fuerzas renovadas avanzar hacia la convivencia donde quepamos todos, ya.

Hoy miro hacia atrás para ver el camino recorrido a lo largo de estas casi seis décadas de vida, y me pregunto: ¿Que he hecho?, ¿qué hago?, ¿qué haré?

Y por respuesta siempre concluyo: Todo cuanto hice, allí quedó, todo cuanto hago, aquí se queda y todo cuanto pueda hacer, será, para que lo que hice y hago, pueda quedar como testimonio del camino abrupto que nos ha tocado transitar y no queremos para nuestros hijos.

¿Cuba…existe? 

Si, Cuba existe, aunque para mí, como para muchos como yo, pretendan otros, hacerla inescrutable. Creo, y lo digo desde lo más profundo de mis sentimientos, que ya es tiempo de que aquellos que legislen el futuro de Cuba lo hagan contando, como dijera Martí, con todos y para el bien de todos.




sin comentarios

 
Regreso al contenido | Regreso al menu principal