Barrio chino - El Rincon Cubano

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Barrio chino

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Calles asiáticas en una capital criolla.
El barrio chino de la Habana.
Por Oniel Moisés Uriarte.

No hubo un solo rincón del barrio chino en la Habana que en mi adolescencia me fuera ajeno. Desde muy joven me cautivaron sus calles, su gente, sus comercios y todos los secretos de una cultura arraigada en la tierra que compartimos y que el hecho mismo de vivir muy cerca del enclave donde se asentara la comunidad china en la Habana, me permitiera hacer amigos, muchos de ellos con los que estudiara y por quienes comenzara a adentrarme en el conocimiento de todo lo relacionado a sus formas de vivir, sus costumbres y tradiciones.

Pero si algo ha quedado grabado para siempre en mi memoria fue el recuerdo de la primera vez que visité el barrio chino, porque aun cuando con solo subir por la calle Rayos y atravesar la calzada de Reina, justo por el lateral del cine, ya nos adentrábamos en aquel míticobarrio habanero, por aquellos años era algo prohibitivo para un recién entrado en la adolescencia como era yo, hasta ese día que rompiera el veto familiar, picado por la curiosidad y que me llevara, acompañado por algunos muchachos de mi edad, a entrar en el cine “Águila de Oro” donde pasaban antes de la película en cartelera, un material de factura china en su idioma original y sin traducción.

Después de aquella primera vez fueron muchas las visitas que realizara al barrio chino, del que me aficioné atraído por su gastronomía y en especial la del restaurante “Pacifico” con su arroz frito especial, sus rollitos de primavera y sus maripositas chinas que no he vuelto a encontrar en otra oferta similar de ninguna parte del mundo que he podido visitar.

Muchas fueron las caminatas que realicé por las calles del Barrio Chino que en la actualidad ocupa desde la calle Escobar a la calle Galiano, y desde la calle San José hasta la calle Reina, en el municipio Centro Habana, incluidas la Calzada de Zanja, la Calle Rayo, Calle San Nicolás, y la más típica de todas, la Calle Dragones, calles donde llegaron a vivir por aquellos años cerca de veinticinco mil chinos, fomentando una amplia red comercial en la cual destacaban las fondas, lavanderías, reparadores de zapatos, relojeros. Bodegas para venta de víveres al detalle, venta de aves y pescados secos, farmacias con productos exclusivos importados de la rica y milenaria medicina tradicional china, cederías, tiendas, restaurantes, hasta periódicos, programas de radio, teatros para representaciones operísticas asiáticas y muchas sociedades de instrucción y recreo, algunas de esas sociedades eran las propias casas de los chinos.

Hasta los años cincuenta del siglo veinte se produjo la entrada en la Isla de diferentes oleadas de chinos procedentes en su mayoría de California, en Estados Unidos, de donde migraban por las leyes racistas. Los chinos californianos llegaron a Cuba en busca de terrenos propicios donde establecerse e invertir sus capitales. Se inició entonces un proceso de auge y expansión de la comunidad china, especialmente en esta zona de asentamiento. Según conocí por amigos chinos, en la calle Dragones No. 40, se abrió el primer restaurante chino en La Habana, donde se servían platos importados de San Francisco de California, comidas chinas que poco tenían que ver con las tradicionales, pero que se adaptaron rápidamente al gusto de los cubanos.

Fueron los chinos pudientes que se establecieron en Cuba llegados desde California, los que desarrollaron otras actividades de dudoso carácter como: el juego de la charada, las casas de prostitución, que importaban mujeres de China y de Estados Unidos, y las drogas, razones que crearan una muy mala fama al barrio, la que rápidamente trascendiera entre la población habanera, provocando que las familias cubanas tuvieran sus resentimientos e intentaran alejarse de aquellas malas influencias.

Yo no conocí aquellos lugares que desaparecieron desde el mismo año cincuenta y nueve, pero si conocí y compartí en casas de amigos con los que estudiara, muchos de ellos ya eran chinos de una quinta generación. Comunidad que en un principio se mantuvo fiel a sus costumbres, celebrando matrimonios entre ellos mismos, pero cuando los chinos comenzaron a emigrar a otros países, los orientales que se quedaron se casaron con cubanos y cubanas, la raza se fue mezclando en forma notable y ya para entonces la mayoría de chino-cubanos eran una mezcla de antepasados chinos, españoles y africanos.

Ya siendo adulto recuerdo que visitaba el barrio chino siempre que podía, cuando quería cortarme el pelo o cuando necesitaba algún medicamento, muy en especial la popular “pomadita china” que tantos catarros me ayudara a despejar. Fue justamente una comida china en el restaurante “Pacifico” al que siempre le fui fiel, con la que me despidiera de la Habana hace ya veinte años y que deja de existir al convertirse en una escuela de idiomas para quienes quieran aprender chino.

Con este recuerdo creo saldar una deuda con los amigos chinos y amigas chinas que dejara en La Habana, de ellos guardo muy gratos recuerdos, de sus enseñanzas, sabiduría, de sus comidas, sabores irrepetibles y de sus costumbres, ejemplo de vida, que a lo largo de los años he intentado seguir. Las calles de mi Habana fueron sus calles, calles asiáticas que contagiaron a una capital criolla desde aquel barrio chino, que para mí nunca caerán en el olvido.



 
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